Desigualdades en la salud autopercibida de la población española mayor de 65 años


Cualquier persona o colectivo humano se ha preocupado en algún momento de su vida por su estado de salud, si bien es cierto que esta preocupación ha tenido connotaciones diferentes según la sociedad y cultura en la que se halla inmerso (Girón, 2010).

La salud autopercibida está determinada por muchos factores, como por ejemplo, la edad, el sexo, el estatus socioeconómico, problemas emocionales e incluso el tipo de publicidad televisiva (García & Hita, 2011; Segovia, Bartlett & Edwards, 1989). 

La presente revisión sistemática sobre Desigualdades en la salud autopercibida de la población española mayor de 65 años ( revistas indexadas, tesis doctorales, bibliografíía) llevada a cabo por profesionales de la salud y Universidad,  pretende conocer qué dimensiones constituyen la definición de salud autopercibida de una muestra de mayores de 65 años y que a su vez forma parte de otra mayor que engloba a la población adulta española. Identificar el estado de salud de la población de edad avanzada es un indicador fundamental para la elaboración y la puesta en marcha de políticas tendentes a reducir las desigualdades en salud que presenta este grupo poblacional en constante crecimiento.
 
La conclusión que quiere destacar  esta revisión es que la salud autopercibida empeora con la edad, fundamentalmente por el incremento en el nivel de dependencia, excepto en edades muy avanzadas, en las que esta relación se invierte. Se establece que persiste la desigualdad de género y de nivel socioeconómico, y que el nivel educativo es el marcador más importante de desigualdad de salud autopercibida entre los mayores de 65 años.

Asi mismo consideran que serían necesarios nuevos estudios para entender mejor qué factores son los causantes de que persistan las desigualdades en salud autopercibida en la población mayor española. Además, del interés de tratar de profundizar en la línea de trabajo que sugiere la posible utilización de la salud autopercibida como predictor de mortalidad, estiman como prioritario tener estos datos en cuenta a la hora de elaborar y poner en marcha políticas sanitarias, dirigidas a intentar cubrir las necesidades en salud específicas de las personas mayores de 65 años de nuestro país. 


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